Si ahora que te marchas de mi lado
vuelvo a sentir aquellas penas viejas,
permíteme regar mis tristes quejas
con el vino dulzón del desenfado.
Te confieso que estoy desorientado
en este gran desierto en que me dejas:
es duro contemplar cómo te alejas
quedándome en un poste encadenado.
Pero no voy a derramar el llanto,
ni hacer falsos alardes de lamento,
ni colgarme la túnica de santo.
Así como lo pienso te lo cuento:
prefiero que disfrutes de tu encanto
a que padezcas tú por lo que siento.
Y dale con las marchas y con los abandonos… Kisses.