Dicen todos que menos da una piedra.
Que no me queje tanto, que ya muchos
darían lo que fuera por estar
siquiera tan despiertos como yo.
Y lo que más me jode de la historia
es que tienen razón, estoy seguro;
pero aún así no consigo conformarme
a una dosis diaria de tu voz,
esa voz que me anuda en el sofá
si el móvil pierde toda cobertura,
para ver si el teléfono (ese trasto
que empiezo a aborrecer por traicionero)
se decide a sonar enloquecido
trayéndome tu risa y mi descanso.
Teléfono: odi et amo…
Eso es, por lo demás, una habitación. Lo demás, pobres imitaciones.
¡Un abrazo!
Ay, ay, ¡que bien escribes!. Y que identificada me siento con este poema. Me trae recuerdos de hace años, de otros tiempos. Besos.
Eso mismo pienso yo. Esperando al teléfono traicionero que no habla, a una dosis diaria al menos, de escuchar tu voz, y que pasan los días y mas días y no suena para traerme tu risa, y poder dormir con una sonrisa en los labios. Un abrazo. Tu Madre
Tocado y hundido.