Constancio me envió aquí para morir;
por esa razón no me dio un ejército.
(Gore Vidal)
Al norte, un gran ejército despliega
su eficaz armamento y lo reúne:
tu mirada brillante crea, impune,
un fuego duplicado que me ciega.
Al sur, un laberinto que no llega
a cerrarse jamás, pues se desune
porque sabe que nunca estaré inmune
al muslo que se acerca y que se entrega.
Este-oeste: la sed de tu costado
febril; en cuanto al centro, sólo veo
la ruta de tu sexo y de tu pecho.
No hay vuelta atrás: la guerra ha comenzado.
No habrá tregua ni paz. Sólo deseo,
dedos alerta y labios al acecho.