Vengo para arrugar tus manos
como la tristeza en los camisones.
(Déborah Vukusic)
Si no hubiera tu boca de libélula
ni suspiros que quiebren las pendientes;
si acaso nuestros brindis fueran suelo
en que, ebrios, bailáramos sobre mil cascabeles,
y los nichos dejasen de alojar nuestro idioma.
O que fuera posible no soñarte
allá, por las colinas, con banderas roídas
por el fuego, los peces y tu vientre,
por tarántulas negras y por panes,
por olivos, por charcos, por iglesias
y por niños que silban viejos valses.
Si pudiera jurarme en dos segundos
otro credo profano entre tinieblas,
o esbozarte con ríos cinco o diez juramentos,
o cercar mis delirios y teñirlos de musgo.
Si la tierra se abriera ante tus dedos
y gritara, consciente de su rabia,
suplicando una nueva madrugada…
Soy grande como un velo de amapolas
que proclama, en la noche, buenas nuevas,
y me elevo hacia el canto de los astros
casi siempre que lloran las calumnias.
Júrame tu regreso entre licores.
Muérdeme los nudillos con angustia.
Piérdeme para siempre entre tu espalda.
(Nota: Este poema puede encontrarse en mi poemario «Penúltimo momento» (Madrid, Sial, 2005)
Es la primera vez que lo leo, y no lo encontré en «Penúltimo momento». Ay que cosas mas bonitas que les pasa a los jóvenes por la cabeza. Kisses, Connie
Pues en la página 57 lo tienes.