Ya se muere la tarde, ya me marcho
con ciento ochenta grados tras mi espalda
y restos de neumático en mis pasos.
Ya has probado otros labios con un dueño
que espero haya sabido comprenderte
(quererte como yo es más complicado
por mucho que te marches por el mundo)
Sólo era una canción. ¿Por qué tuviste
que hacer caso precisamente a esa
de todas las que habíamos vivido?
Valses, boleros, rumbas, rocanroles,
y tuvo que ser esa.
Detesto las rancheras, Jose Alfredo.
(Nota: Este poema puede encontrarse en mi poemario Penúltimo momento (Madrid, Sial, 2005)