Antes te prefiero volando feliz
que mirando al cielo desde mis manos.
(Soraya Gonzalo)
Era sólo un polluelo. El más hermoso,
pero sólo un polluelo al fin y al cabo
que un buen día, tirado en el asfalto,
fue encontrado por alguien que apreciaba
su porte, su viveza, su plumaje.
Le llevaron a casa, le cuidaron
poniéndole de nombre Garibaldi,
le dieron de comer como a otro hijo
y en poco tiempo fue uno más de ellos
hasta el punto de que un día la madre
reconoció que aquello era un problema:
“¿Qué va a pasar el día que nos deje
para echar a volar? ¡Hagamos algo!”
El padre sólo dijo, imperturbable,
“no hay que cortarle las alas a un pájaro”
y calló, melancólico y seguro
con un deje de orgullo en la mirada.
Tan solo un mes después, una mañana
hubo un gran alboroto en la familia
porque nadie encontraba a Garibaldi.
Los niños, pesimistas y llorones,
dejaron de comer. La pobre madre
dudaba entre acusar a su marido
o darle la razón como a los tontos
cada vez que el buen hombre repetía
“no hay que cortarle las alas a un pájaro.”
Pero ni ella ni nadie conocía
la verdad: hacía sólo algunas horas,
mientras todos dormían, inocentes,
el padre salió al campo con el pájaro
y le dijo, atusándole la cola:
“Echa a volar, que a mí me es imposible.”
Al volver hacia casa miró al cielo
y su orgullo lloró con gran ternura.
Pasó bastante tiempo. El suficiente.
Los niños casi ya no preguntaban
por Garibaldi. Sólo lo añoraban
y pensaban en él con estoicismo
aunque no comprendieran qué era eso,
hasta que un grito trajo la noticia:
“¡Mamá, papá, ha venido Garibaldi!
¡Vamos a hacerle un nido en algún árbol!”
Salieron hacia el patio, escopetados,
y lo vieron llegar, volando raso,
posándose en el hombro de su dueño
que sólo repetía para sí
“no hay que cortarle las alas a un pájaro”
mientras que, satisfecho y orgulloso,
veía en qué se había convertido
aquel polluelo chico pero hermoso:
un gavilán que, bello, inteligente,
valiente, luchador y responsable,
fue el motivo de orgullo de su casa,
fue el mejor gavilán que se haya visto.
¡Qué bonito cuento! Porque, es un cuento, ¿verdad?
Me recuerda la aventura que tuve en mi terraza con un gorrión y que escribí en la página hace unos meses.
http://www.lalibreriadejavier.com/?p=6404
Pingback: Ombloguismo « Ernesto Filardi
Precioso. La primera vez que lo leo. Y me he acordado de: «Milana bonita» Los Santos Inocentes de Delibes con Paco Rabal…Eres maravilloso escribiendo…
Estas palabras yo las he escuchado varias veces a una persona que le gustan mucho las flores, las plantas y las estrellas…¡Hay que dejarlos volar!